No abundan agrupaciones como Cabezas de Cera, pero sería deseable que así fuera. Hace muchos años me tocó verlos hacer sus primeras incursiones, cuando eran un trío más o menos “convencional”. Entonces llamó mi atención su propensión a practicar una música alejada de las modas imperantes y, además, arriesgada.

Hoy, de esa agrupación queda el recuerdo, porque las Cabezas de Cera del presente siglo han mutado y ahora sólo queda su corazón, un músculo conformado por los hermanos Sotelo, quienes recientemente han lanzado al mercado un disco titulado Hermandad (EAR Audio/ El Angelito Editor).

Si hay un par de constantes en el trabajo de Mauricio (guitarra, alto stick y otros artilugios de cuerdas) y Francisco (percusiones, tambores, violín, kalimba y demás), es la calidad de su música y la belleza de sus empaques.

Hermandad es como un disco objeto. En tiempos en los cuales los álbumes se han vuelto accesorios, desechables, Cabezas de Cera apuesta por una tapa preciosa, única, un rompecabezas pirograbado que presenta una apariencia totalmente artesanal y que lo convierte en una pequeña obra de arte… como lo han hecho con otros de sus lanzamientos.

Musicalmente, el dueto se muestra muy amarrado, con un sonido que va de la fusión al rock progresivo y al rock en oposición. El trabajo, comenta Mauricio Sotelo, “surgió de una invitación que recibimos en 2011 para componer una serie de temas con los instrumentos hechos en metal por Francisco, para ser presentados en el Festival Play, en la Fonoteca Nacional, en junio del año pasado”.

Conforme uno se desplaza por las siete composiciones que dan vida a este disco, se advierten ciertas sonoridades que poseen aires orientales, atmósferas en las que se destaca un toque de misticismo, un rasgo distinto en la música del ahora dueto. Si bien la energía, la estamina, están presentes en cada una de las composiciones de este álbum, también es cierto que hay pasajes en los cuales domina cierta contemplación (“Rock Mahal”), una placidez poco acostumbrada en sus trabajos anteriores.

El año pasado, Cabezas de Cera, todavía como trío, viajó a la India y esa travesía resultó reveladora. Cuenta Mauricio: “En ese viaje, además de conocer de manera viva la cultura de ese país y de reconocernos en ella, nos dimos también cuenta de qué tanto nuestra música había estado influenciada por la de Medio Oriente; de esta manera, al hacerlo consciente nuestra labor fue ir más adentro, profundizar en el conocimiento de esta música, direccionarla a nuestra forma de crear y así construir un nuevo sendero sonoro en el que estas Cabezas se sintieran a gusto”.

Hermandad es un disco en el cual habla la madurez. Cabezas de Cera ya posee desde hace años un sonido propio; ahora, a ese discurso tan suyo han incorporado nuevos vocablos, otros giros y diferentes acentos. Los resultados, como ya nos tienen acostumbrados, son de primer nivel, capaces de competir en cualquier escenario del mundo.

Hace mucho tiempo, los vecinos de la colonia Olivar del Conde veían cómo los hermanos Sotelo hacían travesuras. Desde hace quince años, el paisaje ha cambiado y es en Lomas de Plateros donde se les puede encontrar si se tiene un poco de paciencia y se siguen las pistas adecuadas. Ese es precisamente el peor pecado de estos dos: el haber nacido en un país donde la propia comunidad progresiva encomia más lo que se hace fuera de nuestras fronteras que el trabajo desarrollado al interior. Afortunadamente, esto les importa poco y no ha sido obstáculo para desarrollar un trabajo que en Hermandad ha alcanzado uno de sus momentos culminantes.

(vía Cultura Nexos)